El hostal tiene indiscutiblemente una gran infraestructura. Es un edificio vertical de como 5 pisos (sí, si tienes que subir hasta el penúltimo la valija es tremendo), que cuenta en su último piso una linda terraza con una gran vista de la ciudad y el área común. Las habitaciones son espaciosas, con baño y un anafe que te permite cocinar, así como una tv. Eso entre las indiscutibles cosas positivas. Entre las negativas, y creanme que las superan por mucho, están primero las mínimas: la tv, si bien tiene, es diminuta y tiene pésima señal. La cama tiene un colchón que se hace una u y uno duerme bastante incómodo. Es muy ruidoso: desde habitaciones que dejan la puerta abierta con la tv prendida, gente gritando hacia abajo para que la señora les dé toallas o hasta perros ladrando en el hostal llegue a escuchar en varias madrugadas. Pero eso no es lo peor. Lo peor de todo es la atención y el clima del hostel. Leí comentarios que dicen que les daban desayuno, pero a nosotros nunca nos ofrecieron. De limpiar la habitación, si era un servicio incluido en el precio, tampoco nos hemos enterado. Tampoco que brindaban toallas, aunque me acabe de despertar a los gritos de una mujer pidiendo toallas... Finalmente las dos pésimas experiencias. El primer día cuando me voy a registrar luego de instalarnos me encuentro en la recepción que hablando con la chica que nos había atendido habían 3 hombres totalmente borrachos que me empezaron a hablar y molestar ante la mirada pasiva de la mujer del hostal. Ni me imagino si en vez de mi, hubiera sido mi novia la que hubiera bajado. Al siguiente día me encuentro que uno de esos estaba comiendo en el área común algo que evidentemente no se había cocinado (por lo que supuse que deben ser administradores del hotel o algo así y por eso les cocinan) y al terminar se levantó y dejó tanto su comida que había tirado a la mesa comiendo como cerdo, como tooooodas las ollas del hostal sucias sin lavar. Para cocinar tuvimos que lavar varias cosas, pese a que pedimos tres veces que alguien las lave y tuvimos que comer en el sillón porque la mesa era un asco. No cocinamos más ahí porque siempre toda la cocina era un asco, sólo dejamos en la heladera (porque habíamos ya comprado) un kilo de carne para hacer asado. La noche siguiente vamos a buscar el kilo de asado y la heladera había sido apagada, por lo que la carne (bien cara en Bolivia) se había podrido. Fuimos a reclamar y nos dijeron que al día siguiente se le preguntaría a la administradora. Al día siguiente nadie le había preguntado, por lo que al verla cuando nos ibamos de paseo, lo hicimos nosotros. No se hicieron responsables. Además de tratarnos mal, la administradora le habló a un tipo cualquiera que estaba a su lado, que nunca dijo quién era, pero probablemente una de las visitas amorosas que recibe cada recepcionista aquí, quien sirvió para hablar más prepotentemente aún, y nos dijeron que seguramente un huésped lo había hecho, algo a lo que respondimos con que la noche anterior nos habían dicho que a veces la apagaban para ahorrar energía. Desmintieron eso, nos trataron como perros y, para peor, al volver al hostel por la noche, nos tocaron la habitación para cobrarnos, como desconfiando que no les fuéramos a pagar. Impresionante. En conclusión: nunca en un alojamiento me he sentido tan inseguro como en este. Muy raro todo. Un ambiente súper misterioso que hace que cada momento fuera de la habitación sea incómodo. Nunca en ningún lado me habían tratado tan mal luego de una queja. Cero empatia con el huésped y más bien abuso de él. Una pena, pues la infraestructura del hostel es realmente muy buena. …